sábado, 27 de septiembre de 2008

Serenatas (Cuento)

La noche era más oscura entonces, tal vez había más nubes en el cielo o mis ojos estaban tan nublados por el insomnio que ahora veía las cosas más borrosas. El momento en el que me encontraba era ese preciso momento en que los recuerdas en el futuro y dices:- quisiera estar allí, no era feliz, pero al menos no estaría en semejante predicamento. Esa noche, una vez más aburrido cargaba el violín, el gordo Mike (o Maik como su madre lo llamo por no saber cómo se escribía) cargaba la guitarra, y Thomas, con hache intermedia para que se viera más elegante, tenía la trompeta, los tres esperando otra noche más a que algún arrepentido hombre de la ciudad nos contratara para tocar una serenata, o cualquier otra persona fiestera que solicitara nuestros humildes servicios.
Al rato llega un carro con vidrios polarizados que se acerca y frena, enseguida la voz cantante del grupo, es decir, mi persona, me levanto acercandome con una sonrisa al parabrisas, luego el sujeto del auto baja el parabrisas , me sonríe con una mueca algo fingida y saca la mano llamando a alguien afuera, entonces de las sombras tras la estela de humo de cigarrillo sale una de las prostitutas que comparte la calle con nosotros, Isabela, que pasando a mi lado, me da una palmada en el hombro, y entra al auto.
Nosotros, más aburridos aun, miramos el cielo con la salida del sol, y sin ningún trabajo esa noche, ni en las siguientes, nos despedimos a las seis de la mañana y lentamente con muchas palmadas en el hombro nos marchamos.
Es a esa hora en que los primeros buses urbanos empiezan a llegar, tomo uno de ellos, el menos destartalado, me siento en una de los asientos menos incomodas, y empiezan mis cavilaciones tras el vidrio hasta llegar a mi destino, en donde una mujer y dos niños me esperan.
Cuando en la ruta observo las primeras personas de la mañana abrir sus locales, veo que el carro negro de la noche anterior se parquea en una elegante casa, allí en la entrada lo recibe una mujer con un niño que le saludan efusivamente y le abrazan, el bus continua su trayecto tras estar parado en el semáforo en rojo. Tal situación me hizo sentir impotente y algo rabioso, el ver que tal hombre recurre a Isabela mientas tiene a su mujer e hijos que le esperan, esas son cosas que uno nunca quisiera entender.
Otra noche, en la que como siempre estamos los tres sentados en las bancas a la luz de la luna, y yo algo mas barbudo y con ojeras, debido a los constantes trasnochos veo que se el mismo carro que había visto hace unos días se acerco lentamente , el hombre o través bajo el parabrisas, y llamo a la prostituta, enseguida me levante y antes de que llegara al auto negro la tome del brazo, mis compañeros se alertaron un poco pero no era nada malo, solo quería hablar un segundo con Isabela, y tras hablar con ella se despidió de mi cariñosamente, embarcándose de nuevo en aquel carro, mis compañeros vieron toda esa conversación pero sin oír ni entender nada, solo vieron que me escribió una pequeña nota en un papel amarillo, y se despidió.
Rápidamente envie a un joven amigo a que hiciera una labor importante para mí, y así lo hizo. En un motel una mujer entra desesperadamente al lugar evadiendo a la recepcionista, lee un papel amarillo, que tiene el número de la habitación 203, la mujer entra y ve esa impactante escena, es su esposo con la prostituta Isabela, el hombre corre a explicarle, pero ella se va rápidamente en su llanto, mientras que Isabela sonríe por el espectáculo que hace aquel hombre en interiores.
De alguna forma somos dueños de nuestras verdades y mentiras, y solo a nosotros corresponde entregarlas o no, pero desde el principio me dije que tenía que decirle a esa mujer que su esposo la engañaba, no se si para su beneficio o para indirectamente el nuestro.
Los tres hombres están sentados y expectantes esa misma noche, las prostitutas fuman un cigarrillo muy cerca de ellos, y llega de nuevo el carro negro, baja el parabrisas, y esta vez no llama a la prostituta, sino a los serenateros, ellos corren y se embarcan por primera vez en el auto, este les pide una serenata para su adolorida esposa en casa.

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