viernes, 10 de octubre de 2008

Albor de tempestades (Poema)


Eres la nube que arrastra consigo presagios, esperanzas de agua bendita en mis febriles desiertos, penumbra de cielos que anuncian la tormenta
Viento cual tempestad retira las tórridas brisas de la vieja cosecha, llovizna que compone nuevos retoños. Bruma Invernal, celaje que impide percibirte del todo, frío sereno que envilece los corazones.
De igual forma ya te siento, es el preludio del amor, te noto como el augurio del invierno, con la brisa de la mañana, o como esas primeras gotas de lluvia que al caer forman sinfonías, todo te anuncia, como por un extraño presentimiento todas las formas en mi se preparan a tu llegada sin ser autónomo de ello, como si yo invernara, por eso todo esto me asusta, puesto que podrás ser tan intempestiva como torrentes de lluvias que inundan los senderos, pudiéndome ahogar por completo, o somero roció , fugitiva llovizna que deja un sinsabor, un abre bocas duradero.
Ruego por todos mis días poder tener plena mesura a tu llegada, justo equilibrio, medida cordura, solo así sería lo ideal, ni mucho ni poco de ti, pero a tu lado la razón se descarría, la hipotermia me domina, fría y serena te apoderas, y una vez que pasa el tiempo, cuando ya has llegado, ya no hay más conciencia de cuando detenerme y alejarme de ti.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Veneno Lento (Cuento)

Seis de la tarde, hora en que los empleados de la “Gran juguetería” terminan su jornada laboral, y así lo hace Gabriela, la propagandista del almacén como se hace llamar, aunque, claro, todos le dicen simplemente payasa, ella invita a la gente a pasar, vocea las promociones y descuentos del almacén, entonces ,se prepara para irse, toma el amplificador muy cuidadosamente y lo mete en su caja, se cuelga su bolso rojo de cuerina, se despide de los trabajadores que se encuentran en la colorida juguetería, aunque solo una le despide ,al parecer desde que recientemente empezó a trabajar allí no ha hecho mucha amistad ,luego de eso, toma su bicicleta medio oxidada y se va del lugar.
Maneja rápidamente por la transitada avenida, zigzagueándose entre el trafico de autos, su ropa de payaso y peluca roja causa bastante impresión hacia los transeúntes, quienes no pueden evitar en burlarse un poco. Cualquiera se hubiera desvestido antes, pero es Gabriela, a ella no le importa mucho lo que le digan, considera su vestimenta como un uniforme mas.
Pronto el sol empieza a esconderse, ha pedaleado tanto que transita por las calles ahora casi vacías, iluminadas tan solo por rojizos faroles, faroles que a veces prenden y apagan. De entre los brumosos callejones sale un auto que viene opuesto a ella, sus luces blancas cegadoras le logran encandilar los ojos, lo que la hace detenerse un poco mientras se repone, de repente, con los ojos medio abiertos ve que aquel auto de vidrios polarizados se atraviesa en su carril, instintivamente trata de esquivarle recostándose al andén, aunque inútilmente debido a que se acerca tanto que le aboya la llanta trasera a la ya destartalada bicicleta, entonces la payasa se queda mirando el auto furiosa mientras se sacude el polvo, y espera que el conductor salga, no obstante se queda pensativa, reconoce una especie de estampa pegada al vidrio trasero del auto, su rostro se transforma a un pálido indescriptible, se asusta, y empieza a correr dejando allí la cicla, el carro da la vuelta donde empieza a persíguele ,el hombre en el carro, barbudo y de amplias ojeras, saca un arma Magnum nueve milímetros de la guantera, acelera, y rápidamente le alcanza, corre por el andén mientras oculta el arma con un periódico, emprende la persecución a pie, ella al final de la calle observa una lúgubre cantina, y entra.
En la cantina camina con rostro de angustia, se dirige a la gente de las mesas, les habla de que alguien les persigue...Pero las personas le interrumpen haciéndole poco caso, al fin y al cabo su apariencia no da mucha credibilidad, entonces se aleja de esa mesa y observa que detrás del mostrador se encuentra un desgarbado adolecente, de grandes lentes, pálido, el cual llaman Paco, este sostiene la antena parabólica del televisor mientras que los borrachos en los taburetes del mostrador le gritan al unisonó.- quédate quieto, ahí, ahí.
Luego ella desesperada toma una mesa del fondo, en la oscuridad, y ve que aquel hombre que le persigue entra a la cantina donde se sienta en una mesa junto a la puerta, se miran, ella pide una copa, y susurra cosas para sí misma.
En una de las mesas contigua una pareja sostiene una conversación, un ciego, con gafas oscuras, y bastón entre las piernas, conversa agarrado de la mano con una mujer morena, desaliñada, de pelo rojo desteñido y algunos tatuajes en el brazo.
El ciego ni se aproxima a imaginar aquella cantina, su pareja se la describe como un lugar agradable y decente, lo mismo hizo cuando se describió ante él, se describió como alguien agraciada para que este se enamorara de ella, lo que al principio funciono, pero poco a poco el ciego se daba cuenta de las constantes mentiras, y la gota que derramo el vaso fue aquella noche.
El hombre que la persigue llamado Álvaro pide una copa mientras vigila a Gabriela, de repente llega a la mesa un hombre que viene de las barras del mostrador, este bastante gordo, y con un pañuelo que sostiene con el que se limpia el sudor, lo saluda confianzudamente con un saludo especial, y le pregunta-¿Qué haces por aquí?
Trabajando- responde Álvaro- ¿Ves a la payasa en la mesa del fondo?, ella le debe al “Gringo”.
-Dios, ¿y que ha dicho el?- Pregunta ansiosamente.
-Me ha dicho que esa novata no le iba a crear mala reputación, el Gringo siempre se quiere mostrar fuerte ante los demás, y fríamente me ha ordenado matarla.
Álvaro y su compañero empiezan a hablar del asunto, la idea de tener que esperarla le impacienta demasiado, cuando de repente al compañero de la mesa de Álvaro se le ocurre la idea de acabar rápidamente con ella sin que tenga que esperar cuatro horas mas que es cuando se cierra la cantina y de una manera efectivamente silenciosa.
Gabriela, mira a Álvaro y a quien le acompaña mientras de reojo busca con la mirada alguna salida, pero no la hay, más que la principal. Paco, el mesero, lleva dos copas de licor hacia una mesa, cuando el gordo que acompaña a Álvaro lo llama como medio en susurro,-hey, ¡Paco!-- necesito de tu ayuda.
Paco algo tímido y dubitativo, se acerca y presta atención a lo que le dice, después de todo el es el esposo de su jefa, Carmen, la dueña de la cantina. Este le cuenta que necesitan deshacerse de la mujer que viste de payaso, su labor es poner veneno en la bebida que tomara, y listo, nada más. Con la mano empuñada le da a Paco unos billetes,-Por tu silencio, Dice Álvaro-espero que lo hagas bien. Entonces Paco se va hacia el mostrador viendo que Carmen, no le deja de observar.
Carmen, una señora morena dueña de la cantina, se queda observando la conversación de su marido, y Álvaro, aunque sin entender nada.
Paco nervioso, con sudor en la frente, pone las bebidas en la bandeja, y hecha el veneno en una de ellas, cuando se dispone a tomar la bandeja para llevarlas, llega otro mesero llamado Andrés, alto, y de pelo grisáceo, que lo medio empuja al ver la lentitud y el inexplicable nerviosismo de Paco, entonces Andrés toma la bandeja y se dirige a llevarla, Paco le insiste de que le deje repartirlas, pero el debilucho y nervioso Paco no puede contra Andrés y este ultimo termina repartiéndola, con la paradoja de que en cuál de las bebidas a quedado la copa envenenada.
Carmen sigue con la mirada a Paco, se acerca a él, forcejea y le mira lo que trae en la mano empuñada, es un sobre de veneno de ratas, busca con la mirada a Andrés, pero este ya está de vuelta, y luego se le abalanza encima a Paco, y lo empuja hacia dentro de la cocina, tras una puerta detrás del mostrador.-¿Qué haces pendejo? Pregunta Carmen, a lo que responde-nada, nada. Carmen toma del brazo de Paco, se lo retuerce, y lo empuja boca abajo sobre una mesa vieja.- ¿Como que nada?, ¿Qué es esto?, veneno de ratas, te vi usarlo. -¡Patrona, no lo entendería! Carmen arrastra a Paco hacia una pequeña tarima del lugar. ¡¡¡Escuchen!!!.Grita Carmen-Suelten las bebidas, hay un veneno en el licor.
Cuando la señora grita esto, todos sueltan las copas, y unos las escupen de sus bocas, entonces Carmen alza a Paco del cuello, y un viejo borracho interrumpe diciendo - ¿mas veneno que el alcohol? Carmen le pregunta ante todos en la cantina porque lo hizo,- ¿Para quién va el veneno? , a lo que el pálido no responde nada por represalias de su autor intelectual.
Álvaro y su compañero se miran como diciendo, ¡¡¡novato estúpido!!!
Paco mira de reojo a Álvaro con miedo, se le zafa de las manos a Carmen, y corre hacia el baño donde se encierra. La gente empieza a murmurar, y a evidenciar pánico, unos se ponen de pie, y comienzan a caminar de redor.
Exclama una voz de entre la atemorizada gente- al menos aquel joven no saldrá de allí hasta que venga la policía, llamemos a la ambulancia-.la gente empieza a llamar por sus celulares, y otros hacen fila para llamar por el pequeño teléfono de la cantina, muchos hablan con sus familiares como si fuesen a morir, hacen citas en el hospital donde se encontraran, se dicen cuanto os quieren y aprecian y que se verán mas tarde para esperar el resultado de lo que digan los médicos.
Luego como un murmullo, muchos empiezan a decir que se sienten mal, una señora se desmaya mientras varios le echan fresco, luego otro se desmorona, y se sienta en el suelo.
Poco a poco cada uno va sintiendo los horrores del veneno, sin importarle como se manifiesten los demás cada uno cree que posiblemente este envenenado, llegando a pensar que habían más de un veneno, o tal vez todos los recibieron, claro todo esto causado por los efectos de la sugestión el miedo, ese veneno lento que destruye aun más que cualquier toxica sustancia. Muchos empiezan a sudar, un señor tuvo un ataque de taquicardia, de alguna u otra forma casi todos se sentían como si el destino le hubiera pasado una mala fortuna.
Cuando la gente atemorizada espera en silencio, se oye el sonido de una sirena de ambulancia, y todos salen en estampida hacia afuera, menos Gabriela que ha permanecido inmóvil y despreocupada todo el tiempo, y Rubén el ciego, que no sabe a dónde ir, su pareja ha corrido hacia la ambulancia y no le ha importado. Todos intentan meterse a la ambulancia pero no caben. Álvaro ahora no le importa la payasa, puesto que también cree que fue él quien recibió el veneno. Todos Empujan al paramédico y entran forzosa y exageradamente a la ambulancia, sin prestarle atención a las indicaciones del paramédico de que solo pueden llevar a pocas personas, pero todos creen que tienen poco tiempo y deciden a toda costa embarcarse. Gabriela se acerca a Rubén viendo que le han dejado solo, empiezan a hablar de lo ocurrido, le confiesa a Rubén que el veneno iba para ella, pero afortunadamente el mesero escuálido Paco, diferencio la envenenada de las demás copas, la saco mientras el otro mesero la llevaba a sus destinos, me la entrego personalmente, pero con una nota que me advertía del peligro de tomarla, fue allí cuando la mire detenidamente y en un descuido de todos, la bote, entonces los dos sonríen y continúan hablando.
La ambulancia con el exagerado sobrecupo de personas se dirige al hospital, casi todos se montaron por sus miedos, no quisieron esperar la otra ambulancia que quizá no llegaría, cuando la ambulancia dobla la esquina, Gabriela y Rubén escuchan un gran choque, salen a la calle y ven fuego y una llanta chamuscada rodando, la ambulancia ha colisionado y explotado fuertemente contra otro auto.

Serenatas (Cuento)

La noche era más oscura entonces, tal vez había más nubes en el cielo o mis ojos estaban tan nublados por el insomnio que ahora veía las cosas más borrosas. El momento en el que me encontraba era ese preciso momento en que los recuerdas en el futuro y dices:- quisiera estar allí, no era feliz, pero al menos no estaría en semejante predicamento. Esa noche, una vez más aburrido cargaba el violín, el gordo Mike (o Maik como su madre lo llamo por no saber cómo se escribía) cargaba la guitarra, y Thomas, con hache intermedia para que se viera más elegante, tenía la trompeta, los tres esperando otra noche más a que algún arrepentido hombre de la ciudad nos contratara para tocar una serenata, o cualquier otra persona fiestera que solicitara nuestros humildes servicios.
Al rato llega un carro con vidrios polarizados que se acerca y frena, enseguida la voz cantante del grupo, es decir, mi persona, me levanto acercandome con una sonrisa al parabrisas, luego el sujeto del auto baja el parabrisas , me sonríe con una mueca algo fingida y saca la mano llamando a alguien afuera, entonces de las sombras tras la estela de humo de cigarrillo sale una de las prostitutas que comparte la calle con nosotros, Isabela, que pasando a mi lado, me da una palmada en el hombro, y entra al auto.
Nosotros, más aburridos aun, miramos el cielo con la salida del sol, y sin ningún trabajo esa noche, ni en las siguientes, nos despedimos a las seis de la mañana y lentamente con muchas palmadas en el hombro nos marchamos.
Es a esa hora en que los primeros buses urbanos empiezan a llegar, tomo uno de ellos, el menos destartalado, me siento en una de los asientos menos incomodas, y empiezan mis cavilaciones tras el vidrio hasta llegar a mi destino, en donde una mujer y dos niños me esperan.
Cuando en la ruta observo las primeras personas de la mañana abrir sus locales, veo que el carro negro de la noche anterior se parquea en una elegante casa, allí en la entrada lo recibe una mujer con un niño que le saludan efusivamente y le abrazan, el bus continua su trayecto tras estar parado en el semáforo en rojo. Tal situación me hizo sentir impotente y algo rabioso, el ver que tal hombre recurre a Isabela mientas tiene a su mujer e hijos que le esperan, esas son cosas que uno nunca quisiera entender.
Otra noche, en la que como siempre estamos los tres sentados en las bancas a la luz de la luna, y yo algo mas barbudo y con ojeras, debido a los constantes trasnochos veo que se el mismo carro que había visto hace unos días se acerco lentamente , el hombre o través bajo el parabrisas, y llamo a la prostituta, enseguida me levante y antes de que llegara al auto negro la tome del brazo, mis compañeros se alertaron un poco pero no era nada malo, solo quería hablar un segundo con Isabela, y tras hablar con ella se despidió de mi cariñosamente, embarcándose de nuevo en aquel carro, mis compañeros vieron toda esa conversación pero sin oír ni entender nada, solo vieron que me escribió una pequeña nota en un papel amarillo, y se despidió.
Rápidamente envie a un joven amigo a que hiciera una labor importante para mí, y así lo hizo. En un motel una mujer entra desesperadamente al lugar evadiendo a la recepcionista, lee un papel amarillo, que tiene el número de la habitación 203, la mujer entra y ve esa impactante escena, es su esposo con la prostituta Isabela, el hombre corre a explicarle, pero ella se va rápidamente en su llanto, mientras que Isabela sonríe por el espectáculo que hace aquel hombre en interiores.
De alguna forma somos dueños de nuestras verdades y mentiras, y solo a nosotros corresponde entregarlas o no, pero desde el principio me dije que tenía que decirle a esa mujer que su esposo la engañaba, no se si para su beneficio o para indirectamente el nuestro.
Los tres hombres están sentados y expectantes esa misma noche, las prostitutas fuman un cigarrillo muy cerca de ellos, y llega de nuevo el carro negro, baja el parabrisas, y esta vez no llama a la prostituta, sino a los serenateros, ellos corren y se embarcan por primera vez en el auto, este les pide una serenata para su adolorida esposa en casa.

Angeles Caidos ( Cuento)



Siempre he dicho que este es el infierno de otro mundo, en alguna parte Dios advierte a sus Ángeles de que si se portan mal, pero verdaderamente mal, los enviara aquí, a ser esclavos de un sistema que los domina, doctrina, y explota, como a mí, siendo nosotros Ángeles caídos de una vida pasada, perfecta, y sublime, en donde la el amor no era un visitante esporádico, la felicidad no tenia dobles falsos, la palabra esclavitud no existía, y la muerte era un mito de terror de los viejos contadores de historias. La iglesia de Éfeso, es a la que asisto en respuesta de mis miedos más profundos, pienso que es una ingenua idea de retomar nuestros tiempos de antaño para decirnos en nuestro temor: ¡Sí!, estamos bien, hay esperanza, todo será como antes, y por esta razón me congrego, porque a veces creo que hay salvación. Cuando has pasado años tras años allí en la iglesia, con las mismas costumbres y amigos, te es mucho más difícil salir, porque en un principio estuviste tan fanática y apasionada que olvidaste por completo las amistades fuera de la iglesia, y un día despiertas y te das cuenta de que tu vida, tus nuevos amigos, tu diversión, pensamiento y moralidad, pertenecen a la iglesia.
Cuando trabajas en el oficio de placeres nocturnos, y le sacas un domingo al dios de las iglesias la vida se hace bastante tormentosa, escuchas confesiones de clientes insaciables, y testimonios de feligreses también insaciables, también recuerdo aquella experiencia que determino mi filosofía pesimista y fue a mediados de abril, mi mes preferido, que viniendo de lejos se acerco a mí una mujer muy elegante llamada Isabela, de faldas largas y propósitos insospechados, me hablo de un cliente, de un trabajo, y de una muy buena paga, no obstante, de haber tenido dinero no habría aceptado tal trato que mancharía la concepción misma del amor, pero ,¿cómo negarse al dinero?. Isabel es la representante de un buen escritor de los suburbios que para su desgracia y la de su público insatisfecho nunca había escrito sobre el amor, un tema muy demandado en estos tiempos donde el amor se ve como aguja en altamar, además, ella me escogió por haber estudiado, y por dedicarme a los placeres del cuerpo, y es que este escritor nunca había vivido tal placer del alma, su incapacidad lo había remitido no solo a no desplazarse armoniosamente, sino a estar predestinado a no sentir el amor sexual, y como de lo que no se sabe no se habla yo le daré a conocer de las ilusiones que más se. Me acerque a él con ropas prestadas, le hable de la vida, de mi filosofía epicuerista, de la destinación preexistente de las almas a encontrarse, y de mis tiempos en la Universidad, pero claro está, no le hable de mi actual oficio, todo era para crear en él la fantasía del amor, el espectro de su mujer perfecta, y cumplir el plan destinado por Isabel, que por fin el hablara del amor. A medida que hablamos él hacía sentir mi vida irónica, yo siempre preocupada por no pasar desapercibida, y el que nunca lo paso desde que nació, Argemiro, con su mirada baja, me hablaba de todo lo que él no era y quería ser, sentía que parte de él sabía de lo onírico, e irreal que era ese momento juntos, pero parte de él quería creer, y con ese poco de fe le salían las palabras de su atormentada alma. Yo digo que si hay un infierno como lo pinta el pastor, con llamas, lava, y demonios alrededor, entonces todo ese fuego febril estaba conmigo en esos momentos, y al no retenerlo más, solo lo deje salir desde muy adentro, le conté lo que él había presentido, que fingía quererlo por dinero, entonces domino el silencio, pensó un poco, también llore, me tomo las manos, y me pidió que continuara la farsa, que siguiera con este absurdo juego del amor, que no importaba,-¡que mas da¡ -me dijo, el amor es la salvación de la humanidad, es el cielo que ahuyenta el infierno de nuestras vidas, pero yo le dije que ya me había acostumbrado a las celdas frías de este mundo, le susurre al oído, has llegado muy tarde para mí.
De allí fui al cementerio, cuando tenía verdaderas ganas de llorar iba a ese lugar, elegía una tumba, y justo allí, podía gritar y llorar con todas mis fuerzas, allí nadie me diría loca, si alguien me veía suponía que lloraba por alguien, y cuando llegue al cementerio me puse a llorar junto a una familia que lloraba por su hijo recién fallecido, me sentí muy bien porque parecía que los familiares enlutados también lloraran por mis cargas, me sentía acompañada, luego me preguntaron cosas y hasta me invitaron a su casa, no obstante, luego me fui, y fría como un tempano cual se desliza por un glaciar me encontraba caminando otra vez entre las indiferentes calles, cuando de repente me distraje en la carretera, y un golpe seco me envolvió el cuerpo en dolor, y me sacaba poco a poco el alma, justo ahí, moribunda mirando el cielo empecé a contemplar la idea de la reencarnación, tal vez por pensar que habían muchas cosas en este mundo que no había resuelto y era justo que lo resolviera, allí decidí memorizarme algo para la próxima vida, recordar mi historia acabaría la duda de que en la siguiente vida no creyese en la reencarnación, me aferre fervientemente a algunos de mis anécdotas, así fue, y mi mundo se nublo. Cuando desperté, me desprendí de las sabanas de carne de mi nueva madre, me encontré con un extraño cuerpo, en un extraño mundo con una nueva vida, pero crecí recordando mi ayer, vi mi pasado país Venezuela en conflicto con mi nuevo país natal, mi religión pasada en conflicto con la de mis nuevos padres, mi raza, mis costumbres, mi política y en muchas cosas en conflicto con mis ideologías pasadas, nacemos heredando las ideologías de donde nacemos, defendemos una “verdad” auto-impuesta, entonces ahí desee no recordar conscientemente, y entendí de que somos seres universales, controlados por una fuerza que nos divide y nos hace olvidar. Por esto digo que cuando el amor llega, la muerte atrás le sigue, porque tal sentimiento bueno y perfecto no puede permanecer donde tanta maldad vive, y entonces, la oscuridad trata de ahogar el más noble de los sentimientos, el sentimiento que en mi pasada vida empezaba a surgir por argemiro.